SOBRE LAS SELVAS...

Entre los diversos mundos que habitan detrás del mundo se encuentra un reino colosal, imperante, hostil y a la vez mágico. La selva es el hogar de la biodiversidad. Allí el hombre y su civilización son meramente visitantes de un mundo donde nada le pertenece. A pesar de los desmontes, la deforestación, el envenenamiento de las cuencas de los ríos; la selva, que es la vida misma, se impone, se restituye y nos habla. Sus plantas, sus frutos y cada una de las especies que allí habitan están continuamente elevando su voz de alerta. La selva es la gran maestra del planeta. En sus confines habitan los secretos de la creación y de la constitución de todo lo viviente. En la selva los caminos no son lineales, rectos, predecibles. Como sucede con la música, siempre aparecen nuevos rincones, senderos, atajos y travesías por recorrer. Quedan millares de especies aún por descubrir. Nos adentramos en la densidad del lugar donde se encuentran dos tercios de la biodiversidad planetaria y con oidos atentos escuchamos que tiene para decirnos esta nueva travesía.


Nicolás Falcoff



La selva tiene sus tiempos y ritmos propios. Sus formas de combinar luces y oscuridades, soles y lluvias. La vida de árboles, plantas, animales y bichos de todo tipo se despliega en su exuberancia. El agua y el verde acaparan los sentidos.
Para quedarse, sin destruir, es necesario respirar, escuchar y entrarle con humildad.
La selva es quizás una de las formas de vida más opuestas que hay a la ciudad; y como opuestos comparten algunas cosas. Pueden alucinar y apabullar, atrapar y atemorizar.
En la selva, la presencia humana es periférica, en la ciudad es sobre abundante. Y aún así, se dice que la ciudad es una selva de cemento. ¿Será que también la ciudad, a su manera, deja al ser humano en la periferia de la vida? ¿Será que no podemos soportar la idea de una selva en la que sea bello vivir?

Verónica Gelman

No hay comentarios: